Desde 2021, el Centro Universitario Regional del Este CURE (CURE) lidera un proyecto de extensión universitaria dedicado a la restauración de las esculturas y la reconstrucción de la memoria oral y fotográfica del artista naif, Alfredo “Lucho” Maurente.
El proyecto de extensión surgió a través de una solicitud de vecinos y veraneantes de La Paloma, preocupados por el estado de las esculturas a cielo abierto del artista naif, Alfredo “Lucho” Maurente. Más tarde, se consolidó tras un acuerdo para trabajar conjuntamente, entre la Intendencia de Rocha, la Alcaldía de La Paloma, la Facultad de Artes y el Centro Universitario Regional del Este (CURE), a través de la Tecnicatura en Artes Plásticas y Visuales.
El área de trabajo se divide en dos ramas: por un lado, la restauración escultórica y, por otra parte, la reconstrucción de la memoria oral y fotográfica en torno a Lucho. Magalí Pezzolano, está cargo de la restauración oral, mientras que Marcelo Patiño, se encuentra a cargo de la puesta en valor sus obras, ambos docentes de la Tecnicatura en Artes Plásticas y Visuales e integrantes del Departamento de Artes, Sociedad y Políticas Culturales del CURE.
En el marco del proyecto, también participaron docentes de otras disciplinas, Noelia Bortolotto y Camilia Gianotti, del Departamento de Sistemas Agrarios y Paisajes Culturales del CURE, así como vecinos y artistas de Rocha y La Paloma, así como la historiadora Malvina Sánchez, quien participó de los conversatorios para contextualizar el proyecto también desde una perspectiva histórica.
A su vez, forma parte de la investigación, Thiago Roca, director del Museo Figari, que realizó la investigación Otro arte en Uruguay, el marco donde se puede situar la obra de Lucho “que tiene que ver justamente con no tener una formación, ser autodidacta, pero a su vez tener un rigor en la investigación”. “Nosotros trabajamos en continuación de lo que él venía haciendo en su investigación”, señaló Pezzolano.
Para Patiño, las esculturas del artista “tienen un valor patrimonial y cultural, principalmente para la gente de La Paloma”. El docente explicó que a lo largo del proceso “no solo se habla de Lucho, sino que a través de Lucho se cuentan historias”. “Se habla del puerto de pescadores, del traslado de puertos de pescadores, la remodelación del puerto, hay una historia que se cuenta a través de eso”, indicó.
En ese sentido, Leandro Tonetti, estudiante avanzado de la Tecnicatura en Artes Plásticas y Visuales que se desempeñó en el rescate oral del artista, dijo que recordar a Lucho sirvió de “excusa” para “hablar de cómo las sociedades recuerdan a las personas”. Aseguró que a Lucho “se lo recuerda de muchas formas: como albañil, artista, migrante, cocinero, pescador, cuentero, era buen oidor como se le dice, y todos estos matices” son “súper ricos”. “La imagen, la persona de Lucho habla de muchas cosas más que del arte”, acotó Pezzolano, incluso consideró que sus flaquezas lo hacían “más humano y con un carácter más simpático”.
Bajo el marco de este proyecto de investigación y extensión, Pezzolano, resaltó la importancia de “visibilizar a los artistas situados en el territorio donde estamos trabajando” y, así, permitir que el estudiantado “trabaje sobre la propia historia y los propios procesos artísticos de las personas de la región”.
Alfredo Maurente nació en 1910 en la ciudad de San Carlos, Maldonado. Fue en los años 40 que comenzó “a venir buscando trabajo” a las costas de Rocha, atraído por la zafra del tiburón. Luego, “no sabemos con exactitud cuándo”, se instaló en La Paloma, rememoró Pezzolano. Años más tarde, ya radicado en La Paloma, Lucho abrió su boliche, denominado “El Copetín con Mariscos” que se situaba en los galpones del antiguo paseo del puerto de la ciudad costera.
Pezzolano destacó que el artista utilizaba su propia obra para embellecer el establecimiento, “Las Sirenas estaban en forma de cariátides” y “sostenían el alero del boliche”. “La obra de cemento era parte hasta de su arquitectura,
es decir, las esculturas que tenemos hoy en día a cielo abierto, formaban parte del entorno inmediato de ese boliche”, añadió.
La escultura El Marinero se ubicaba al lado del horno, mientras que la escultura El Cristo de los Pescadores, para la cual utilizó su cuerpo de molde y que ahora se encuentra en la playa Los Botes de La Paloma, “estaba enfrentada, en una composición escultórica, a El Angelito que increíblemente se vendió”, lamentó Pezzolano.
Según la docente, el establecimiento “era el encuentro de una intelectualidad de la época, una mezcla muy bohemia de escritores, pescadores y turistas”. La reconocida actriz, China Zorrilla, el escritor y periodista Haroldo Pedro Conti, entre otras figuras destacadas del Río de la Plata, visitaron su boliche. La figura de Lucho también sirvió de inspiración para Conti, Carlos Lejido y Silvina Bullrich que incorporaron, de “manera ficcionada a Lucho en su literatura”.
En el año 1975, “se construye [en La Paloma] un nuevo embarcadero de mayor calado, y eso llevó, no solo a la demolición del boliche, sino de todo lo que eran esas construcciones de pescadores artesanales”. Pezzolano recordó que “gran cantidad de esa población se disgregó y después se fue al puerto de Los Botes donde está El Cristo ahora”. “Es decir, en su momento tuvo sentido que estuviera ahí El Cristo porque se fundó ahí otra pesca artesanal, otra aldea. Por eso se llama así, salían los botes de ahí”, agregó.
“Y dicen que después que recibe la noticia de que a su boliche también lo iban a sacar, lo encuentran muerto, vestido con su traje y con el sombrero. Entonces se tejió toda una leyenda de que en realidad él muere de tristeza”, rememoró Pezzolano, en base a la información recogida en las cuatro instancias que se llevaron adelante en la Casa del Mar en el mes de junio.
“El objetivo principal de esos encuentros era generar archivo y después, se hiló más fino para detectar informantes claves” y luego “trabajar en conjunto en los tres talleres posteriores de la historia oral”, describió Pezzolano
“Hay una persona que fue muy importante, sobre todo en que tengamos todavía las esculturas de Lucho, fue Marta Nieves. Nieves era una artista de San Carlos también, pero que vivía radicada acá en La Paloma y que era muy amiga de Lucho, se veían con mucha frecuencia y hablaban mucho de arte. Él era muy inquieto, le gustaba interesarse, saber, eso dicen todos, en relación al arte, porque él no tenía formación ninguna, y Marta sí tenía una sólida formación”, resumió la docente.
En el momento que estaban demoliendo esa zona del puerto, recientemente había fallecido Lucho, y fue Nieves, con la ayuda de vecinos, quien rescató a El Cristo, La Sirena y La Virgen. Mientras que la otra sirena fue rescatada por la familia Prada Nicoletti, confirmó Pezzolano.
En los últimos cuatro años, el proyecto generó un “archivo enorme, inclusive, algo muy interesante, es que tenemos la voz de Lucho grabada”. Actualmente, el equipo se encuentran en un período de evaluación, enfocados en ver “de qué manera presentarlo, en sinergia con otros investigadores del CURE”, en un proceso que resultó “muy enriquecedor”, sostuvo.
Con respecto a la restauración escultórica de las obras de Lucho, Patiño lamentó que a la hora de empezar con la intervención las esculturas presentaban “un estado de deterioro bastante importante”. “El proyecto que abarca trabajar con todas las esculturas en varias etapas”, en un principio, se centró en “la restauración de las dos sirenas”, una de ellas se encontraba en la Plaza de Lucho y la otra a las puertas del Museo de La Paloma.
“Las esculturas de Las Sirenas funcionaban como columnas principales en la entrada del boliche, y por eso tienen desperfectos, como la cabeza chata, porque se atravesaba un palo donde se apoyaba el techo, son bien frontales, son piezas que no están pensadas para poner en el medio de una plaza”, comentó el docente del Área de Escultura y Volumen en el Espacio.
En la etapa de restauración de Las Sirenas, “cuando empezamos a trabajarlas y a retirar materiales que ya tenían varias capas de esmalte sintético y otras pinturas” debido a las múltiples intervenciones, “tuvimos que retirar todo ese material tratando de que todos los puestos sean reversibles, como criterio de restauración, y nos encontramos con que la situación de esas piezas es bastante crítica”. “Entonces, propusimos en conjunto con la Intendencia y la Alcaldía, en vez de restaurar esta pieza, generar una serie de copias y tratar de dejar las piezas originales bajo techo, y las copias en un espacio público”, manifestó Patiño.
La Morocha se trasladó a Montevideo, donde “se está haciendo la restauración en el Área de Escultura y Volumen en el Espacio con estudiantes de la Facultad de Artes y algunos estudiantes que están yendo desde Rocha”. Mientras que La Sirena Rubia se encuentra en el Museo de La Paloma, “ahí estamos trabajando con estudiantes de la tecnicatura, estudiantes y docentes que vienen desde Montevideo cada 15 días, a cargo de Gabriela Yusty, docente de Facultad de Artes”.
Más tarde, el equipo conformado por estudiantes y docentes comenzó a trabajar en El Marinero, “porque estaba en una situación bastante compleja, corría riesgo la integridad”, describió el docente. “Las manos estaban de diferente largo, tuvimos que sacar la mano, girarla y hacerla de nuevo. La visera del gorro, por ejemplo, que en fotos originales le llega hasta la altura de los ojos, la tenía muy arriba”. Además, “había piezas del cuello que se le estaban explotando por los hierros” y “por más que son de cemento, al estar en el espacio público, el óxido las entra a comer”, explicó.
En base a los criterios acordados, la restauración busca devolver a las esculturas su aspecto más cercano al original, trabajando en función a fotos e imágenes previas a las intervenciones que sufrieron.
En torno a las obras de Lucho, Patiño y Pezzolano aseguraron que la prolífica obra del artista no solo se encuadra en grandes formatos, sino que también se extendió a tallas en madera que recientemente la Intendencia de Rocha compró a un particular, así como pinturas en óleo que se encuentran en el Museo de La Paloma.
En relación a la participación de estudiantes en el proyecto, Patiño afirmó que pasaron varios grupos de estudiantes, ya que “periódicamente van cambiando las y los estudiantes, algunos se mantienen, otros no, o cambian de roles, y eso ha sido súper interesante”, evaluó. Sobre ese aspecto, Tonetti señaló que la “renovación de personas también potenció el proceso”, a su vez “el mismo estudiantado propuso maneras de trabajar”. Destacó además que el plantel docente presentó “una apertura importante a la hora de establecer dinámicas o formas de poder llegar al conocimiento”.
Concretamente sobre la intervención en las obras, Patiño valoró que “está buenísimo poder hacer moldes de gran formato para los estudiantes” y “tratamos de que parte de la mano de obra sea de los estudiantes”. Además de “abarcar temas que de otra forma no podríamos llegar a trabajar: el gran formato, los moldes y el intercambio de estudiantes de Montevideo y Rocha”.
En el transcurso del proyecto, “terminamos haciendo moldes de silicona, con cáscaras de resina, son piezas grandes, pesadas, tienen determinadas complejidades” y “ya sacamos una copia” de La Rubia.
También fue necesario acordar criterios de restauración, “como referencia a la foto más antigua que teníamos” de cada escultura y “por medio del otro grupo de compañeros que están trabajando en la parte de memoria, se rescataron una cantidad de fotos e imágenes que nos permitieron empezar a trabajar en función de esas imágenes”, mencionó. Además, para la coloración de las obras, respetaron los mismos criterios que aplicaba Lucho, incluyendo el color en el propio mortero.
Leandro Tonetti, quien trabajó en torno al rescate oral del artista, logró obtener un registro de la voz de Alfredo Maurente, a través de una entrevista publicada el 19 de mayo de 1972 en el semanario Marcha, realizada por Hugo Gilmet y Gabriel Peluffo.
“Esa nota la encontré haciendo un sondeo por diferentes bibliotecas digitales y luego la encontré citada en el blog de Thiago Rocca. Vi quiénes eran las personas que lo habían publicado, como hacemos hoy en día, lo busqué en las redes, me pude contactar con uno de ellos, y nos pasó al equipo la grabación en audio de toda esa entrevista que salió impresa en la revista Marcha”, señaló Tonetti.
Grabación original de la entrevista realizada por Hugo Gilmet y Gabriel Peluffo a Alfredo Lucho Maurente:
En el ciclo de restauración para este semestre, “queremos terminar de emplazar las piezas en el espacio público, terminar con El Marinero”. Actualmente, “estamos haciendo pruebas de color y de superficie porque hubo que hacer varias modificaciones”, debido a que “cuando se trasladó se rompió mucho”, explicó Patiño.
“Estamos trabajando sobre el color con respecto a una foto que tenemos que tiene el pilot amarillo con los botones medio rosaditos, y ver cómo hacemos también para que eso se perpetúe en el tiempo”, acotó.
Para el próximo año restaría intervenir La Virgen con Paloma que se ubica en la entrada del Museo de La Paloma y El Cristo que se erige en el mirador de la playa Los Botes. Sin embargo, estas intervenciones están sujetas al financiamiento que se destine al proyecto. Sobre las esculturas, Patiño mencionó que “El Cristo sigue a la intemperie” y “sería importante sacarlo de ahí, hacer alguna copia, porque los hierros están muy estallados, ya son piezas irrecuperables”.
Este proceso en torno al rescate de las esculturas y la memoria de Alfredo “Lucho” Maurente, son una muestra tangible del valor de la extensión universitaria en territorio, como puente entre el conocimiento académico, la investigación y las necesidades de las comunidades. El trabajo en conjunto entre la Alcaldía de La Paloma, la Intendencia de Rocha, la Facultad de Artes y el Centro Universitario Regional del Este, permitió, no solo salvaguardar el patrimonio cultural, sino también fortalecer la memoria colectiva y abrir nuevas oportunidades de aprendizaje al estudiantado.
Maldonado:
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