Tajamares en Uruguay: el potencial oculto de los pequeños ecosistemas artificiales en el medio rural

El proyecto internacional Ponderful, liderado en Uruguay por la Universidad de la República investigó el papel de los tajamares. Pequeños ecosistemas artificiales que tienen una contribución ambiental desproporcionada a su tamaño, albergan más biodiversidad que cuerpos de agua de mayor dimensión y desempeñan un rol clave en el ciclo del carbono. Según el manejo productivo ganadero, pueden actuar como secuestradores o emisores de gases de efecto invernadero.

El proyecto Ponderful finalizó en diciembre de 2024, fue financiado por la Unión Europea e integrado por 16 instituciones. Uruguay fue el único país no europeo invitado a participar, a través de la Universidad de la República (Udelar). El proyecto incluyó el estudio de 30 tajamares, sistemas de recolección de agua construidos artificialmente en ámbitos rurales, ubicados en el departamento de Maldonado y Rocha.

Mariana Meerhoff, bióloga y docente del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE) y del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), lideró uno de los grupos del proyecto Ponderful.

Meerhoff reconoció que comenzar a trabajar en el estudio de tajamares “fue descubrir que en Uruguay hay más de 170 mil tajamares pequeños, construidos como apoyo a la producción agropecuaria”. El estudio se centró puntualmente en tajamares utilizados como fuentes de agua para abrevadero de ganado. 

Se trata de “sistemas que desde la limnología o la ecología acuática, han estado dejados de lado hasta hace muy poco”, afirmó la docente. Sin embargo, evaluó que “son ecosistemas cada vez más frecuentes en el territorio”, ya que “el país tiene su base económica en la producción agropecuaria”. 

Advirtieron además que “hace más de 100 años que se promueve la generación de ecosistemas artificiales, y de los cuales no sabemos nada”. La docente valoró que, incluso, son sistemas ignorados por la legislación.  

Ecosistemas que “pueden aportar mayor biodiversidad que sistemas más grandes”

Dentro de los beneficios que los tajamares proporcionan, Meerhoff señaló que “tienen una contribución desproporcionada, por la misma unidad de superficie pueden aportar mayor biodiversidad que sistemas más grandes, dentro de un mismo cuerpo de agua”. 

“La otra escala que es bien interesante, y lo verificamos con nuestro estudio, es que los tajamares que están cerca unos de otros, igual tienen un ensamblaje de especies diferentes”, describió.  

Por lo tanto, “cuando haces la mirada del paisaje, te das cuenta que tener varios de estos ecosistemas en una misma zona genera más biodiversidad a una escala de paisaje”. “No se trata solo de las especies que cada tajamar puede sostener, sino que si amplías la mirada, ves que hay una mayor biodiversidad al tener varios de estos sistemas en una misma zona”, añadió.  

Foto: Proyecto Ponderful
Proceso de carbono y la posibilidad de contribuir a mitigar el cambio climático o potenciarlo

Otro de los aspectos interesantes que emergió por el estudio de estos ecosistemas y que incorporan las investigaciones recientes, “es que procesan muchísimo carbono”. “¿Y qué quiere decir eso? Que pueden secuestrar carbono, pero también pueden emitir muchísimo, un volumen muy grande de gases de efecto invernadero”, recalcó Meerhoff.

“Entonces, no podés decir que estos sistemas siempre están emitiendo o siempre están secuestrando. ¿Cuándo es crucial? Y ahí es que también creemos que tenemos mucho para aportar, porque estamos viendo las condiciones en las cuales un sistema puede pasar de contribuir a mitigar el cambio climático a, por el contrario, potenciarlo”, expresó.

Por una parte, determinaron que aquellos tajamares utilizados para la ganadería intensiva, donde el ganado ingresa al sistema, lo pisotea, dejando la bosta dentro del agua o en las orillas, arrancando las plantas acuáticas o

removiéndolas, “aumenta el estado trófico que es la cantidad de nutrientes que hay en el agua”. A su vez, la ganadería intensiva “está asociada a las pasturas plantadas, en gran medida fertilizadas también”, por lo que “es parte de un paquete que implica un mayor nivel de impacto sobre el ecosistema acuático”, sostuvo.

En cambio, la ganadería extensiva “genera menor densidad de vacas, que también pueden entrar y hacer los mismos efectos, pero son menos, y en un campo natural que sabemos es un gran secuestrador de carbono”.

Se trata de “dos escenarios, todos ganaderos, pero escenarios contrastantes”. “Lo que vemos es que aquellos tajamares en zonas de ganadería intensiva emiten muchísimo más carbono, en forma de gas metano, que tiene un efecto invernadero que es unas 34 veces más potente que el CO2, que es uno de los gases efectos invernaderos más comunes”.

Al mismo tiempo, visualizaron “una mayor biodiversidad y mayor capacidad de secuestro de carbono con la ganadería extensiva que con la intensiva”.

En consecuencia, “sabemos que el Uruguay es un gran emisor de gases efectos invernaderos por el metano que emite el ganado, que es parte de la fermentación del ganado”, sumado al “metano que emiten los tajamares que se generan para sostener esa producción ganadera”, detalló Meerhoff.

Vínculo con productores y tomadores de decisiones 

El proyecto también involucró un fuerte diálogo con productores y tomadores de decisiones, con un enfoque participativo que permitió construir consensos y acercar el conocimiento científico a la gestión.

Entre las prácticas locales de manejo favorables que identificaron, está la posibilidad de cercar los tajamares y promover la vegetación, que mejoran la calidad del agua, reducen las emisiones y “promueven la biodiversidad”. “Esos tajamares que están protegidos del acceso directo tienen más biodiversidad. Lo vemos en plantas acuáticas, lo vemos en anfibios y también aparentemente en aves”, ejemplificó Meerhoff. 

Con respecto al vínculo con los productores rurales, la docente aseguró que a varios de los productores invitados a formar parte del proyecto, “les generaba mucho interés” la posibilidad de “disminuir las emisiones de carbono”. Ya que repercute en que la carne tenga “mejor calidad”.

Meerhoff remarcó además que cuando el ganado comercializado tiene menos emisiones de carbono, para mercados exigentes, como el europeo, “es un plus”, debido a las “distintas métricas y categorías”. Entonces, “el ganado orgánico que tiene menor huella de carbono, se vende más caro”, razón por la cual “varios productores se sumaron cuando se enteraron que también íbamos a medir el gas de efecto invernadero”.

Según Meerhoff, “la gran diferencia en este proyecto Ponderful es que no solo participan biólogos y ecólogos, sino que hay también cientistas sociales y economistas ambientales”.

El trabajo durante el proceso de cuatro años, en cierta parte, consistió en “generar instancias de diálogo”, así como la realización de “ejercicios técnicos con los tomadores de decisión”. También “a lo largo de estos años, realizamos cuatro talleres participativos”, varios de ellos en respuesta a solicitudes de los propios productores. 

“Estar juntos desde que arranca un proyecto, tener estos encuentros cada tanto, tener estos diálogos” y “estar aprendiendo mutuamente a lo largo del proceso, creo que es lo que nos permite llegar con información y con recomendaciones que son más diseñadas, o más bajadas a tierra, y que potencialmente puedan ser tomadas”.

Mientras se desarrolló el programa Ponderful, trabajaron en conjunto con: OSE; la Dirección de Recursos Naturales y la Dirección de Desarrollo Rural del Ministerio de Ganadería;, la Dirección de Medio Ambiente;, la Secretaría de Cambio Climático; y la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua). “Construimos una confianza mutua, y creo que entendimos dónde está cada uno”, logrando “consensos” y comprendiendo “la importancia de estos sistemas para las perspectivas de los demás”. 

El impacto de la sequía en los tajamares: un experimento natural y una oportunidad excepcional para la ciencia 

En la actualidad, tras la finalización del proyecto, y con fondos exclusivamente nacionales, provenientes de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar, el equipo continúa estudiando sobre estos pequeños lagos artificiales, ahora con el foco en la severa sequía que ocurrió entre 2022 y 2023, donde “la mayoría de los cuerpos de agua se secaron completamente”. 

“Lo estamos tomando como un experimento natural. Tenemos el antes y el después. Es una oportunidad horrible, pero desde un punto de vista científico es una oportunidad excepcional, porque sabemos cómo eran antes”, valoró la científica.

Foto: Proyecto Ponderful

En el medio rural, la sequía “afectó muchísimo y desaparecieron muchos de estos ecosistemas”. “Ahora, estamos muy interesados en ver cómo se recuperan. ¿Cuánto tiempo lleva recuperar la biodiversidad? Estamos hablando de sistemas que eran un laguito y quedó tierra seca cuarteada”. Lo que significó “la muerte de todos los organismos que estaban allí, de aquellos que no lograron resistir, o que no pudieron migrar antes de que desapareciera el agua”, explicó Meerhoff.  

Dado que este tipo de fenómenos puede repetirse, resulta crucial “identificar qué factores hacen a los ecosistemas más vulnerables o resistentes”, para así “adelantarnos” y adoptar medidas preventivas. 

Lo esencial de estos fondos internacionales para Meerhoff, como el caso de Ponderful, es que “permitió armar un grupo y plantear objetivos mucho más ambiciosos que lo que podrían hacer los fondos nacionales”. Sin embargo, “la continuidad” del proyecto, y “que desde el país se diga esto es importante, hay que sostenerlo, permite proyectar, tener una mirada de cuatro años, que es mucho para lo que son los fondos habituales de Uruguay” y que “apuesten a estrategias a largo plazo es fundamental”, concluyó.