Para el coordinador del Laboratorio Ecología Subacuática y Conservación del Centro Universitario Regional del Este (CURE), esta experiencia permitió visitar y visibilizar el “patrimonio cultural subacuático”, e introducirse a “laboratorios vivos en la vastitud del océano”. El docente que se desempeña en la sede de Maldonado del CURE, contribuyó especialmente en la integración de tecnologías nacionales, como la fotogrametría en 3D.
Torres que estuvo a bordo del B/I Falkor (too) del Schmidt Ocean Institute durante los primeros 15 días, afirmó que “todo funcionaba a ritmo de buque”. Luego de meses de reuniones y preparativos, a partir del segundo día a bordo del buque “entramos en los turnos, y ya estábamos en una rutina que se siguió hasta el día que salí”.
En relación con la exploración del fondo marino a cargo de la Universidad de la República (Udelar), que contó con la participación de 36 científicos y técnicos de 18 instituciones de seis países, que descubrió una decena de nuevas especies y 100 especies no registradas previamente, Torres expresó que se trató de “una experiencia fantástica, una verdadera inmersión”.
El docente aseguró que en Uruguay “hay una escuela muy fuerte de ciencias marinas, de biología”. “Una escuela bien aceitada, nosotros aportamos mucho” y “se utilizó muy bien la infraestructura del barco y de una manera muy rápida”, “fue muy interesante” verlo concretado.
El docente oriundo de Brasil, resaltó la integración internacional que hizo posible la expedición Uruguay Sub 200, con “una tripulación internacional muy interesante”, conformada por técnicas/os, marineras/os y científicas/os de Croacia, Francia, Hungría y Estados Unidos. “La tripulación científica, también interactuó mucho con la tripulación técnica y la tripulación del barco para que todo pudiera funcionar”, añadió.
“Mi turno fue de las 16.00 horas hasta las 04.00 horas” y “nos tocó sincronizar el turno con un determinado grupo de pilotos de ROV, grupos de técnicos, que era la gente que nos dio todo el apoyo para el mapeo”. “Todo lo que quería y deseaba el equipo científico en el barco, lo tenía de una manera muy integrada con un apoyo de técnicos que lo facilitó mucho”, valoró el docente, y agregó que a lo largo de la exploración convivió “la interdisciplina, la multidisciplina y la transdisciplina”.
Reconoció que se generó “un equipo con muchas experiencias mezcladas, con identidades también diversas”, y “se demostró que siempre que se dan las condiciones, las capacidades”, es posible “desarrollar lo que hacemos acá” a mayor escala.
Torres participó de la primera etapa de la expedición, desde el 22 de agosto hasta el 5 de setiembre, subrayó que fue “una oportunidad importante, a partir de lo que ya veníamos haciendo”. Definió que, a partir de esta experiencia, “van a salir tesinas, tesis de maestría y doctorado” de “distintas disciplinas”, tanto en el CURE, como en el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), y orientadas al manejo costero. Con materiales que tendrán “una capacidad sinérgica para las ciencias oceánicas en el país”.
El oceanógrafo y arqueólogo marítimo, fue invitado a la expedición por Alvar Carranza -docente del CURE, a cargo de coordinar el equipo científico-, para trabajar junto al equipo de geofísica, creando visualizaciones tridimensionales interactivas y un mapeo del fondo marino.
Puntualmente, su tarea consistió en “hacer mapeos de algunos lugares definidos con una técnica de escaneo 3D que tenemos bien desarrollada acá, que es la fotogrametría”, utilizando el ROV SuBastian para obtener “mapeos fotogramétricos de alta resolución”. “Algo que ellos no tenían, hicimos varias reuniones previas para incorporar y adecuarnos a lo que ellos podrían hacer. Fue interesantísimo porque aportamos también a la rutina del barco, a las capacidades, al uso de las capacidades que tenían”, describió Torres.
“La cancha de nuestro laboratorio, de nuestro grupo en Maldonado, es la arqueología marítima y subacuática. Pero la estación del ROU Uruguay, surgió a partir del contacto que hizo Alvar con gente de la Armada Nacional que estuvo involucrada en el hundimiento del barco en 1995”. Por lo que “tenía varias funciones”, por un lado “el grupo cuyo objetivo estratégico era el mapeo del fondo marino, tecnologías para el mapeo del fondo marino”, y “la estación ROU Uruguay que fue creciendo” e incorporando “al marco del crucero, que es la multidisciplinariedad”.
Uno de los hitos de la expedición fue el hallazgo del destructor ROU Uruguay a 1.165 metros de profundidad. El buque, inicialmente el USS Baron durante la Segunda Guerra Mundial, fue donado por Estados Unidos a Uruguay en 1952 y hundido en 1995, durante un ejercicio naval.
“Esto fue la sorpresa dentro de las sorpresas”, contó Torres. La transmisión del descubrimiento “en tiempo real para miles de personas, tan vibrante, tan exuberante”, generó un momento de “emoción, de realización, de técnica, de suerte, de buena vibra”. “Lo que me rompió la cabeza fue el descubrimiento colectivo, algo que para nosotros es el máximo reconocimiento del trabajo que hacemos”.
El científico confirmó que fue la primera vez que el robot submarino de exploración, SuBastian, se sumergió en un naufragio.
La transmisión en vivo de la expedición, propició un vínculo con la sociedad, posibilitando el intercambio con los espectadores que “nos ayudaban a identificar partes que estábamos viendo en el momento”. Torres resaltó que se trató de “ciencia moderna en vivo” y es “como si el CURE ahora tiene un laboratorio vivo a 1.165 metros de profundidad”.
Recordó que todo comenzó “por un papelito amarillo” con “información de un rumbo y distancia, y también una coordenada de GPS, latitud, longitud, hasta Punta del Este”. Más tarde, previo a embarcarse, “encontré una zona en la planicie a mil metros de profundidad con chances objetivas de encontrar el barco”. “Entramos en contacto con colegas con experiencia en arqueología de aguas profundas en Grecia e Inglaterra. Son colegas con los que colaboramos y dijeron: ‘con las eco-sondas del Falkor (too) lo van a encontrar’. Entonces, definimos que teníamos chances objetivas y utilizamos lo mejor de la situación”, rememoró.
“La llegada, la visión que tuvimos de la proa, en sincronía con miles de personas. Trabajo con patrimonio subacuático hace 25 años, veo barcos bajo el agua, estudio, entro dentro de esos barcos, pero en este caso fue poder acercarnos ahí y ver, en conjunto con muchas personas al mismo tiempo, eso destrabó una cantidad de sensaciones, de emociones, donde tuvimos un raro momento que decimos en ciencia: eureka. Cuando la experiencia se manifiesta, y esto se manifestó entre mucha gente”, expresó Torres.
Según el docente, la expedición también permitió visibilizar el “patrimonio cultural subacuático”. “Laboratorios vivos, con mucha vida, con arrecifes artificiales que encuentran ahí un lugar particular en la vastitud del océano”.
Evaluó que este tipo de misiones fortalecen “los vínculos culturales con la sociedad” y contribuyen a “la preservación y visibilidad del patrimonio histórico y cultural que Uruguay pasa a conocer junto con su patrimonio natural”.
Torres remarcó que esta experiencia representó un paso muy importante para la ciencia nacional. “La ciencia en Uruguay está en una posición concreta, con una capacidad de improvisar, pero también de actuar esencialmente cuando se dan las condiciones”, afirmó. A la vez, señaló que la misión fortaleció vínculos entre instituciones, en un momento en que el país desarrolla “una política estratégica para los océanos”, en el marco de la aprobación del “Instituto de Ciencias Oceánicas, con una participación muy importante del CURE”.
“Fue un placer, un honor y una oportunidad para todos nosotros, y puedo hablar de eso en nombre de todos”, expresó. “Lo que vivió Uruguay como país, y también los que tuvimos la oportunidad de representar al CURE, a la universidad y la ciencia de la región”.
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